El edificio que hoy ocupa Karmelo Ikastetxea, en Amorebieta-Etxano, fue utilizado entre 1939 y 1947 como cárcel. Lejos de ser un centro de carácter local, fue una de las prisiones concebidas por el Régimen de Franco para recluir a mujeres de todo el Estado consideradas “altamente peligrosas”. Gozó, además, de la triste reputación de ser una de las más duras y, de hecho, junto con la de Saturraran y, en menor medida, la de Durango, constituyó los llamados “penales del norte”.
Ascensión Badiola, escritora bilbaina, economista, auditora, diplomada en Estudios avanzados de Historia Contemporánea, se ha propuesto rescatar su historia y, con ella, la memoria de aquellas mujeres y también la de sus hijos, “los niños perdidos”, que murieron sin nombre o pasaron a ser tutelados por el Estado.
Según señaló la autora, “las fuentes son limitadas, ya que toda la documentación relacionada con esta cárcel se halla desaparecida. Aun así, merecía sin duda que se le dedicase un estudio monográfico, aunque en él solo se desvele una pequeña parte de aquella infamia”.
La cárcel zornotzarra no fue en absoluto una instalación «anecdótica», sino que estuvo «en el núcleo» de «una red de cárceles de castigo» que la dictadura diseñó para encerrar a mujeres republicanas, de izquierda y nacionalistas. De este modo, por Zornotza pasaron personas procedentes de todos los puntos del Estado. En el libro pueden encontrarse, por ejemplo, los nombres y apellidos de más de 1.200 mujeres que fueron puestas en libertad condicional desde esta cárcel, aunque el número de personas que pasaron por ella fue mucho mayor.
Sin ninguna asistencia
Badiola ha hecho hincapié en las durísimas condiciones que padecieron las presas en esta prisión, señalando que en otros puntos del Estado amenazaban a las mujeres con mandarlas allí. “No había asistencia ni ayuda de ningún tipo, ha relatado la autora.
Muchas mujeres fueron encarceladas junto con sus hijos de corta edad o dieron a luz en la propia prisión. A sus propias penalidades se añadí¬an las de los menores. Por otro lado, el Estado podí¬a arrebatarles a sus hijos e hijas a partir de los tres años si lo consideraba conveniente, de manera que las madres viví¬an bajo presión y angustia permanentes.
Las penosas condiciones de hacinamiento, falta de higiene y subalimentación, y las enfermedades y epidemias consecuentes en las cárceles franquistas han sido descritas por numerosas supervivientes. A esto se añade un ambiente de incomunicación opresivo, tanto durante las visitas como en el dí¬a a dí¬a, las torturas psicológicas y los castigos fí¬sicos (que incluían abusos sexuales). Todo esto supuso el aumento de la mortalidad entre las internas y sus hijos e hijas: en Amorebieta se ha constatado el registro de 42 mujeres fallecidas y 6 niños y niñas.
Una placa a la entrada del centro educativo recuerda «a las mujeres que tras el golpe fascista del 18 de julio de 1936 sufrieron prisión en este sitio por defender la libertad, la justicia social, el gobierno legítimo de la República y los derechos del pueblo vasco. A los niños y niñas que aquí sufrieron prisión junto a sus madres. A las que aquí murieron y a las que vivieron para contarlo».