ALEX RENUNCIA A LA CUMBRE

Esto no es un adiós, es un hasta luego. El Everest no ha querido que este año conquistemos su corazón, pero lo que tengo claro es que a mí sí que me ha robado el corazón. Sueño, cada día, desde el 25 de diciembre que salimos de casa, con llegar a esos 8848 metros que nos separan del cielo, pero la avaricia no sirve de nada en la montaña. Nunca hay que ir en contra de la naturaleza; eso es algo que he me ha quedado grabado durante toda mi carrera en la que he vivido momentos muy difíciles: si no quieres que la montaña acabe contigo, no acabes tú con ella; respétala y cuídala. Por ello, aunque yo me sienta muy fuerte física y psicológicamente, el invierno no ha dado tregua, el fuerte viento nos tiraba al suelo y la previsión de los próximas días es terrorífica. Sin embargo, no hay duda de que ha sido la expedición más especial de mi vida, en la que me he sorprendido a mí mismo, y en la que hemos conseguido que el mundo de la montaña y el alpinismo tenga un seguimiento que me emociona. Además, sin ninguna duda, la guinda del pastel sois todos vosotros y vosotras, que os he sentido en cada minuto como si fueseis mi familia, apoyándome en cada logro y en cada momento complicado. Os prometo que volveré a la montaña que me ha robado el corazón de la manera más pura. Os quiero.

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