En su primer viaje a Palestina dentro de un proyecto humanitario, Alba conoció a un chico palestino de su misma edad, Mohamed Farajallah, funcionario en el Ayuntamiento de Hebrón, Cisjordania. Se enamoraron y el 29 de junio se casaron en Amorebieta. Ahora viven entre Hebrón y Amorebieta superando las dificultades y comprometidos con la causa palestina.
Hebrón es la localidad más poblada de Cisjordania (Territorios Palestinos) tras Jerusalén, y una de las ciudades permanentemente habitadas más antiguas de Oriente Medio. En virtud del Protocolo de Hebrón firmado en 1997 la ciudad está dividida en dos sectores habitados respectivamente por las comunidades palestinas e israelíes, que mantienen constantes tensiones y una difícil convivencia. “Los israelíes llevan a cabo prácticas que violan los derechos humanos de los palestinos, en las que se incluye desprotección ante la ley, restricciones a la libre circulación, confiscaciones y demoliciones de viviendas, cierre de comercios y toque de queda permanente. Estamos enrejados por el ejército israelí con un enorme muro, sufrimos restricciones de agua y existe un elevado porcentaje de casos de leucemia entre la población infantil debido a la propagación productos cancerígenos por parte de los israelíes”, dice Mohamed.
Alba trabaja en la Universidad Politécnica de Hebrón dando clases de castellano. Una vida dura, difícil, sin lujos ni entretenimientos para una occidental como Alba. “Yo soy Educadora Social de profesión y me entristece ver a la infancia marcada por la guerra, con falta de suministro y materiales. Es una tragedia que el mundo ha permitido. El niño que aparece en la foto es Ahmad, hijo de uno de las familias más castigadas por la confiscación de tierras de Idna, que los israelíes se empeñan en expropiar una y otra vez”.
A Alba también le preocupa que las mujeres están además doblemente castigadas en Palestina, por la ocupación y la propia sociedad patriarcal. “Son el sustento de las familias y como en otros muchos países sufren el doble”.
Tras su matrimonio Mohamed dispone del visado familiar que le permite viajar al extranjero, aunque no puede ir a Jerusalén. “Así de incongruente en Israel. Ahora volvemos a Hebrón y mi marido viaja vía Ammán (Jordania). Yo iré por Tel Aviv y volveré a sufrir cacheos e interrogatorios en la aduana. Tengo un visado de turista válido para tres meses pero no puedo decir que voy a Hebrón porque de lo contrario me deniegan el visado”.
A pesar de todas las trabas, este joven matrimonio persevera para que triunfe la justicia y el amor. A su regreso quieren ofrecer charlas con fotografías para dar a conocer el problema diario en Hebrón y favorecer la causa palestina.