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PRÓDIGOS DE SAN MAMÉS: EL PARADOR DE TRISTEZAS

Un texto de Jon Uriarte

Da igual que no esté. Queda su risa. Como de pirata bueno. Javi Etxebarria se nos ha ido. Y también un portero del Athletic, un entrenador, un empresario y un profesor. Fue un arquero singular hasta para los propios porteros. Porque no solo paró balones. También tristezas. Empezando por su destino. Le tocó ser suplente de Carmelo e Iribar. Normal que llamara a su discoteca “Barrabás”. Si éste fue juzgado junto a un Dios, él lo hizo ante dos.

Hijo de María Azarloza y José Etxebarria, nació en 1940. Tuvo cuatro hermanos. Tontxu y Pedro, su melliza Marilén y Mariví. Esta última cuenta, con salero, cómo un día Javi le robó un jersey negro de cuello vuelto. Jugaba en Urritxe y ella estuvo todo el partido tras la portería llamándole de todo. Son las cosas txirenes del fútbol. Como la vez que defendiendo él la camiseta de Osasuna, su sobrino y ahijado visitó por primera vez La Catedral.-Ganamos 2-1, pero estaba mal porque mi tío había perdido. Viéndome así me dijo “Eh, que yo trabajo para Osasuna pero en casa somos del Athletic”. Y entendí muchas cosas.-sentencia orgulloso aquél niño que hoy es Javier Aldazabal, directivo de nuestro Club. No en vano su tío tuvo una carrera notable. Siendo juvenil fichó por el Baskonia y de allí pasó a San Mamés. Pero estaba Carmelo. Un mito. Y de su pueblo. Además, tras años de suplente, vio cómo llegaba el Txopo.-Era muy rápido y tenía unos reflejos tremendos-advierte, nada más preguntar por Javi. Pero, sobretodo, subraya su duende.-Me corté en un dedo del pie y me ingresaron en la clínica San José. Así que le tocó salir a él contra el Valencia-. Parecía que el destino le sonreía. Pero no.-Imagina mi sorpresa cuando veo que le traen y le ponen en la otra cama. Un delantero le había roto la nariz poco antes del final-. Otro se habría hundido. Él no.-Pese a los dolores, reía. Y yo con él-. Cómo sería que acabaron poniéndoles en diferentes habitaciones.-Le molestaba la luz, así que nos dejaron a oscuras, pero oía su risa contagiosa-. Dice bien el Txopo. Y además no iba sola. Si la de Javi era arrastrada, la de su mujer Natalia rompe moldes. Ir a su casa era como entrar en el país de las carcajadas. No siempre. Pero quedémonos con lo bueno. Como Iribar.-Nunca olvidaré cuando me llamó para decirme que había sacado, ya cuarentañero, la carrera de Filología vasca-. No fue fácil. En casa bromeaban al verle hacer chuletas. Pero era experto en reinventarse y acabó con su título, ejerciendo en el instituto de Durango y de presidente de Andra Mari Ikastola de Amorebieta.-Los últimos años solo vivía para sus nietos Martín, Elene y Martina-comentan sus hijos Alex y Mitxel. Cuando crezcan escucharán las historias de aitite. De los años que jugó en aquél Sabadell de Primera y aprendió catalán. O de cómo logró ser portero pese a tener daltonismo.-Cuando jugábamos contra el Betis rezaba para no salir, porque confundía las camisetas-confesaba, con la misma sorna que utilizaba para definir su situación con Carmelo e Iribar.-Yo era como el marido de la Duquesa de Alba-. Y al decirlo reía. Lo que nos lleva a su creatividad para poner motes. Como “jabonetas”. Sobrenombre con el que bautizó a un inseguro portero del Amorebieta porque parecía que agarraba pastillas de jabón en lugar de balones. Un mote, por cierto, que heredamos muchos torpes aspirantes a guardametas. Quienes le conocieron lo recuerdan bien. Como la anécdota de aquél partido en el que despejó un balón con la cara y simuló que le dolían las manos, para que nadie se enterara.-Un periodista me quiso entrevistar, pero me largué sin que me vieran porque tenía la cara como un cromo. Al día siguiente escribió. “Etxebarria salvó a su equipo, pero su humildad le impidió hacer declaraciones”-relataba jocoso. Y al hacerlo nos recordaba que nunca viene el balón perfecto. Esa suerte solo la tienen algunos. Y lo atrapan. El resto nos conformamos con despejar. Javi Etxebarria fue uno de ellos. El mejor. Porque mandaba fuera las penas propias y las ajenas. Y eso también es el Athletic. Pregunten a los mitos rojiblancos que ayer lloraron en su funeral. Hubo tristeza. Pero que nadie se preocupe. Porque él, como siempre, despejó todas las penas.

Jon Uriarte

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